jueves, 23 de agosto de 2012

22/8 Campo de refugiados de Balata y visita a Tulkarem

¡Hola!

Llegó uno de los días que esperaba cuando me decidí a venir a Palestina, visitar un campo de refugiados.

Como sabeis, un campo de refugiados es un asentamiento, en teoría temporal, que se construye para recibir a la población que ha tenido que abandonar sus casas por una guerra o por una ocupación. Pueden estar gestionados por gobiernos, ONGs o, como este que he visitado, por la Organización de las Naciones Unidas, en concreto por el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) (por tanto no depende de la Autoridad Nacional Palestina).

El campo de refugiados de Balata, situado al norte de Nablus, fue construido en 1952 para alojar a refugiados procedentes de la zona de Jafa tras la guerra de 1947, ya que mucha gente tuvo que irse a vivir a la montaña en cuevas o tiendas improvisadas. En un principio este iba a ser un asentamiento temporal; incluso ni los mismos refugiados aceptaban estar allí porque querían volver a sus casas. Las negociaciones para que estos refugiados vuelvan a sus casas empezaron en 1952... y a día de hoy aún siguen.

En esta foto que hice hace unas semanas desde el poblado samaritano se ve muy bien. Os lo señalo con una línea roja.

Vista del campo de refugiados de Balata (en rojo) desde la montaña, al norte de Nablus











Este es el campo de refugiados más grande de Cisjordania. Estaba diseñado para albergar a 5.000 refugiados, pero actualmente en una superficie de 0,25km² viven ¡¡28.000 personas!! Creo que os podéis imaginar en qué condiciones. El 40% de los que viven allí son menos de 14 años, por lo que en este espacio tan pequeño hay tres colegios.

Entrada al campo. Señalización de ACNUR (UNRWA en inglés)
Fuimos con Nidal, mi persona de contacto en Nablus, y las dos estudiantes de Alemania de prácticas aquí también. Allí nos recibe Brahim, un chico palestino que trabaja para Centro Cultural Yafa, una ONG centrada en mejorar la formación de la población de los campos de refugiados palestinos proveyéndoles de recursos materiales y un espacio donde poder desarrollar sus habilidades a través de la organización de talleres, cursos, campamentos para los niños, cursos de internet para mujeres, etc.


Estos proyectos reciben financiación de distintas fuentes. Nos cuenta ahora mismo hay proyectos financiados por la Universidad de Oslo, en el que ocho estudiantes de la misma pasan aquí un semestre ayudando en el campo, otro de la Universidad de Lyon, otro de la Embajada Española en colaboración con la Universidad Al-Najah...

Calle del campo de refugiados de Balata


Calle del campo de refugiados de Balata





















Brahim nació en 1985, sólo dos años antes de la Primera Intifada, en la que murió su madre a manos del ejército israelí. Cuando tenía diecisiete años el ataque de un tanque israelí al campo de refugiados lo dejaron en coma durante tres semanas. Es costumbre en los campos de refugiados que cuando alguien fallece a causa de la guerra se anuncie por la megafonía y se pide una oración por él. Brahim llegó a estar tan grave que hasta dijeron su nombre porque pensaban que se moría. Finalmente se curó y ahora va a la universidad y trabaja aquí.

Brahim (derecha), Nidal (centro) y Susana y Karina
Mientras nos va contando vamos recorriendo el campo. Está formado por casas de cemento. Como el territorio dependiente de la ONU no se puede extender más, las casas están muy juntas y sólo pueden crecer en vertical, por lo que sobre muchas se ha construido una nueva planta. Tan juntas están que las calles son de apenas un metro (o menos) y a muchas casas nunca le da la luz del sol. Estas casas de cemento se comenzaron a construir en 1960, en cada habitación viven unas seis personas y los baños son públicos para todo el campo. Esto hace que la intimidad no exista en absoluto y todo el mundo sepa todo sobre todos. Sólo hay dos médicos permanentes que atienden a las 28.000 personas del campo, llegando a veces a atender a 700 pacientes por día. A veces reciben la visita de ONG como Médicos Sin Fronteras.


Clases de inglés en el centro cultural
Con una población infantil tan grande, las personas que trabajan en el campo se centra con más énfasis en la educación. Esto ha hecho que un gran porcentaje de la gente que termina noveno (primaria para nosotros), siga estudiando en Nablus (en lo que sería la ESO y Bachillerato). Algunos se marchan a aprender algún oficio, pero son muy pocos los que dejan de estudiar y se ponen directamente a trabajar.

Durante las dos Intifadas la vida aquí tuvo que ser una pesadilla. Por el tamaño de las calles, los tanques no podían entrar, pero los soldados sí, y además los francotiradores se situaban en la montaña que hay justo encima del campo y podían disparar libremente. Murió muchísima gente en este campo y hay recuerdos de niños que fallecieron por los disparos de los militares israelíes.

Visitamos las instalaciones del Centro Cultural Jafa. Tienen aulas donde se imparten los cursos, biblioteca para niños, aula de informática y hasta una residencia para los cooperantes que trabajan en el campo.

Aula de informática del Centro Cultural Jafa
Biblioteca infantil en el Centro Cultural Jafa

Impresiona mucho cómo es la vida allí. Ya no es sólo la pobreza, sino también el hacinamiento, las condiciones higiénicas, la sensación de que no van a poder salir de allí en años. También me impresiona el mérito de la gente que pasa meses allí echando una mano en esas condiciones.

Nidal, Omar y yo y documentos del proyecto
Dejamos el campo para dirigirnos a Attil, un pueblecito en mitad del campo a media hora de Nablus donde vive Omar, uno de los chicos de que estudia medicina en Nablus. Resulta que un grupo de compañeros míos de IFMSA-Spain están organizando un proyecto de cooperación con el campo de refugiados de Balata para el próximo verano llamado Spainpal, que consiste en que unos diez estudiantes españoles pasen aquí un mes, en el que por las mañanas tienen prácticas en el hospital, y por la tarde, junto a estudiantes palestinos, organizan un campamento con actividades para los niños del campo de refugiados (juegos, clases de inglés, etc). El pasado Julio ya se celebraron unas Jornadas de Cooperación el pueblo palestino organizadas por MEICO en la Facultad de Medicina de Córdoba, donde se trabajó en este proyecto, y espero que siga adelante para que en Julio del año que viene haya diez estudiantes de medicina españoles en esta ciudad. Omar me dio unos documentos que tengo que llevar de vuelta a Córdoba.

A continuación Omar nos acompañó a visitar Tulkarem, una de las ciudades capitales de provincia, por así decirlo, de Palestina, situada al norte de Nablus, a una hora en coche aproximadamente. Tiene unos 50.000 habitantes y está situado justo en la frontera con Israel que delimita el West Bank, por lo que se ve Israel justo a continuación. Estuvimos en un coffe shop y dimos un paseo por una feria que había en la ciudad. En un puestecillo descubrí uno de estos inventos que piensas que cómo no se le ha ocurrido a nadie en España. Consiste en una máquina que empuja una patata atravesada con un palo contra una cuchilla mientras esta da vueltas, por lo que al final se queda cortada en forma de espiral. La fríen, le echan salsa, y ya tienen una patata frita en espiral como la que nos estamos comiendo en la foto.


Nidal, Omar y yo en Tulkarem (y nuestra patata)
Tulkarem se parece al resto de ciudades no-turísticas que he visitado en Palestina (Nablus, Hebrón...). Está formadas por muchos pueblos pequeños, lo que hace que sea tremendamente conservadora (como Nablus). Tanto es así, que en las atracciones de la feria, hay una cola y un turno diferente para mujeres y para hombres. Primero se montan unos, se bajan, y después otros. De hecho, cuando se montan las mujeres, la atracción va más despacio. ¡Ni en una montaña rusa se mezclan!

Hoy he llegado al piso un chico español que se llama Carlos. Había oído hablar mucho de él porque el profesor que comparte piso conmigo ha convivido con él mucho tiempo. Lleva viviendo en esta zona cuatro años, y trabaja para una ONG que construye nuevas instalaciones eléctricas en los territorios palestinos (la zona A), ya que en la israelí (zona C) no se puede construir nada y cuando se construyen asentamientos judíos, los israelíes destruyen las instalaciones eléctricas palestinas.

Es un chico muy interesante, es una pena que sólo vaya a coincidir con él un par de días. Tras tanto tiempo aquí conoce todo lo que se mueve en Palestina y habla árabe bastante bien. Me cuenta que su ONG trabaja para la universidad Al-Najah, pero que trabajar aquí es muy difícil. El año pasado el ejército israelí le intentó derribar una instalación entera. Lo denunciaron, salió en varios periódicos españoles y ahora mismo tienen un juicio y todo. Dice que además de que vivir aquí no es fácil al ser todo tan diferente con España (y a pesar de que la gente te acoge muy bien), es psicológicamente muy duro, porque Palestina está metida en una dinámica de la que es muy difícil salir. Por un lado está el tema de la ocupación, que hace que la gente deje el campo debido a los asentamientos judíos y se vaya a vivir a la ciudad, donde se acumula la gente y provocando problemas de desempleo, vivienda, etc. Después, por otro lado está el tema de la Autoridad Nacional Palestina, que está formada por políticos incompetentes (y corruptos) que también tienen mucha culpa de que se haya llegado a esta situación (no es la primera vez que oigo esto). Además, los ideólogos que podrían defender la causa palestina y que tienen experiencia internacional están asentados en la capital, Ramallah, y mientras que se dedican a hacer informes y análisis, se olvidan de los verdaderos problemas de Palestina. La sociedad palestina y su forma de ser, muy conservadora, muy centrada en la familia y en la religión, y en muchas ocasiones muy pasota, tampoco ayuda. En fín, que es la pescadilla que se muerde la cola.

Hoy es el Barça-Real Madrid y la gente está completamente loca. Lo veré con mis amigos palestinos a ver qué me encuentro. Desde que llegué me llevan diciendo que están esperando este partido. ¡Tienen más ganas aquí que en España!

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